Desde que se mostró al mundo por primera vez, el FPS de Mudfish (un estudio internacional afincado en Chipre pero fundado por cuatro creadores rusos) se bautizó como el ‘Bioshock soviético’. Y es que, aunque el juego bebe de distintas influencias evidentes (como Fallout, Prey o Dishonored) es de la saga de Irrational Games, y sobre todo de Bioshock Infinite, de donde ha tomado prestados la mayoría de conceptos, mecánicas y demás. Atomic Heart es un juego muy ambicioso, que entra por los ojos por su cuidadísimo apartado técnico y artístico y que nos ha dado muchas alegrías.
Es cierto que no es un juego perfecto y cuenta con algunos defectos, pero ninguno lo es, sobre todo cuando hablamos de una opera prima. Pero las bases sobre las que está construido son sólidas, funcionan y está cargado de detalles que solo se ven en las mejores grandes producciones. Puede que el joven equipo de desarrollo haya pecado de ser demasiado ambiciosos, que hayan querido meter demasiados elementos y no hayan conseguido pulir o dar sentido a todos ellos, que la variedad de enemigos no sea muy alta o que el precioso y detallado mundo abierto del juego no cuente con demasiadas cosas que realmente te invitan a arriesgarte a explorarlo. Pero la experiencia de Atomic Heart es bastante satisfactoria en general.
Además, Atomic Heart es una rara avis. Es un juego extraño cargado de detalles grotescos, perturbadores, que narra una historia compleja e incómoda y que está cargado de detalles que nos han volado un poco la cabeza. Hace tiempo que un juego no me rompía los esquemas de esta forma. Sólo por eso, merece mucho la pena disfrutar de la narrativa del juego, de todo lo que esconde, de las historias de sus personajes principales y secundarios, de esa utopía futurista donde los robots vuelven a levantarse contra los humanos, pero esta vez en un contexto histórico y político alternativo a la segunda mitad del siglo XX, con una Unión Soviética triunfante a nivel científico y tecnológico (lo que parecía al liderar la carrera espacial en aquellos años) y cuyos avances científicos la han catapultado al futuro. Y no estamos hablando de una producción india, sino de un triple A con todas las letras, y eso es digno de alabar.
Al igual que Bioshock nos muestra sociedades utópicas extremadamente avanzadas gracias a los avances científicos (como Rapture o Columbia) que terminan colapsando por culpa de la avaricia, ambición o ansias de poder de los hombres, en Atomic Heart sucede casi lo mismo. Pero en este caso, la sociedad es una historia alternativa de la Unión Soviética del año 1955. Una Unión Soviética que realizó extraordinarios descubrimientos científicos (el principal de ellos el descubrimiento de una sustancia a la que llaman polímero) que ayudó a crear inteligencias artificiales, robots y máquinas autónomas y que llevó al desarrollo de una sociedad rica y avanzada que, tras ganar la guerra contra los Nazis y superar los años de Stalin y sus purgas internas, se dedicó a mejorar la vida de sus habitantes, en todos los aspectos, de maneras alucinantes. Pero, ¿qué precio hay que pagar por alcanzar esta utopía?
Nosotros encarnamos al teniente coronel de Inteligencia "P-3", a las órdenes directas del Dr. Sechenov, el más importante científico al frente de los avances alucinantes de la tecnología que mueve la Unión Soviética. En los primeros instantes en el juego nos deslumbra la alucinante ambientación y el increíble apartado gráfico de Atomic Heart. En estos primeros instantes iremos paseando por una ciudad flotante de la Unión Soviética, repleta de robots y máquinas alucinantes que ha disparado el bienestar de los ciudadanos. Aquí podremos detenernos, además de para disfrutar de la belleza y detalles de cada rincón, para ir descubriendo algunos detalles de la historia del juego, que nos pone en situación. Y si, mientras nos encaminamos para protagonizar otro día en la oficina, todo se tuerce.
Al viajar a la superficie, a la Instalación científica 3826, nos veremos sorprendidos por robots que nos atacan con ferocidad. Las máquinas se han revelado y han provocado una masacre. Alguien ha modificado el sistema y ha convencido a las máquinas que todos los humanos son hostiles y hay que eliminarlos. Desde aquí, nuestro objetivo será buscar a los culpables y encontrar información de lo que ha sucedido, mientras intentamos salvar el pellejo. Afortunadamente, tenemos a Sechenov de nuestra parte, y sus avances científicos que potencian nuestras habilidades y tendremos que hacer buen uso de todo ello.
El agente P-3, fabulosamente doblado al castellano por el actor Roberto Encinas, es un tipo muy bruto y pragmático y sus conversaciones con las máquinas, con los pocos humanos vivos con los que se encuentra y con algunos muertos (no queremos desvelaros cómo), son muy divertidas. Sobre todo las que mantiene con Char-les (doblado por Adolfo Pastor), la inteligencia artificial encerrada en un avanzado guante robótico polimerizado que tenemos instalado en nuestra mano izquierda. El protagonista y Char-les estarán a la gresca todo el juego, lanzándose puyas, indirectas e insultos de todo tipo.
Char-les es nuestra conexión con todos los avances científicos que nos darán acceso a mejoras que nos facilitarán la tarea contra las máquinas. Con sus filamentos nos conectaremos a las cápsulas médicas que nos devolverán la salud, podremos atraer hacia mostros todo tipo de objetos (y recoger recursos de todo tipo) y conectarnos a las máquinas NORA, una suerte de máquinas expendedoras que sirven para fabricar o mejorar armamento y munición y adquirir habilidades alucinantes. Todo a cambio de un montón de piezas y recursos que debemos recolectar. Eso y aguantar el lenguaje soez de NORA, que es una máquina que está muy ‘cachonda’ todo el rato. Cada vez que nos conectamos a ella nos regala frases tan bonitas como “enséñame ese pistolón que tienes” o “quiero sentir cómo me rellenas de polímero”. NORA está desatada y nos parece fascinante, aunque al pobre P-3 le hace sentirse incómodo y le escandaliza todo el rato.
Como habréis detectado los más avezados, estas máquinas expendedoras de habilidades y mejoras recuerdan mucho a las máquinas expendedoras de plásmidos de Bioshock. Y como en los juegos de Irrational, el sistema de combate se basa en combinar de la mejor manera las armas que podemos crear y mejorar con nuestras habilidades (que iremos adquiriendo y mejorando a lo largo del juego). Los distintos tipos de robots que encontraremos nos exigirán dominar las nuevas habilidades y adaptar todo el tiempo nuestra manera de luchar y defendernos. Aunque no hay muchos tipos de robots distintos (este es uno de los peros del juego), si que hay suficientes para que tengamos que ir adaptándonos. Sobre todo, cuando nos enfrentamos a algunos jefes finales (y algunas de estas batallas si que nos han fascinado).
Además de enfrentarnos a todo tipo de robots, el juego nos plantea diferentes puzles de entorno para seguir adelante y en este apartado también nos ha sorprendido. Eso y en los momentos de exploración, un elemento indispensable para ir desentrañando la historia del juego y las pequeñas historias de muchos de las victimas que han sucumbido a las máquinas. A través de cartas, documentos, archivos informáticos que encontraremos en distintas terminales y archivos sonoros (encerrados en una especie de relojes de bolsillo que tendremos que encontrar) iremos construyendo el puzle de todo lo que ha ocurrido y todo lo que huele mal en esta bonita utopía soviética.
Atomic Heart es un FPS narrativo lineal. Así lo describen sus desarrolladores y así tenemos que entenderlo. Es un juego muy pasillero, que nos conduce en una dirección para experimentar su historia e ir desentrañado sus secretos y completando sus desafíos. Pero es cierto que, pasadas las primeras 4 o 5 horas de juego, realmente se abre el escenario y tenemos acceso a un mundo abierto alucinante y realmente extenso. Y sí, podemos aventurarnos a explorarlo en cualquier momento dejando para más tarde el objetivo de la siguiente misión, pero es cierto que el título no está diseñado para que exploremos este mundo a placer. Está tan plagado de robots hostiles, que no hay lugar para disfrutar del paisaje. Hay que estar alerta todo el rato y luchando por nuestra vida a cada segundo. Es como si sus desarrolladores hubieran decidido crear un mundo abierto, pero solo para que lo vemos desde la distancia y que, realmente, se nos quiten las ganas de explorarlo. En realidad, el mundo abierto se disfruta como un paseo entre zonas cerradas, que vuelven a recuperar su linealidad (aunque son extremadamente complejas y extensas).
Es cierto que el sistema de combate no es perfecto, que la variedad de enemigos es algo escasa y que muchas veces estaremos enfrascados en misiones de búsqueda o repitiendo puzles de entorno que se nos volverán algo tediosos (le resultan tediosos al propio agente P-3, que no deja de decirlo), pero el diseño de niveles funciona a la perfección y los movimientos y habilidades de nuestro protagonista nos dan una sensación de poder y control sobre un mundo hostil extremadamente bello y cruel. Y la ambientación y el trabajo artístico del juego es sobresaliente, además de ese guion lleno de giros que no deja de sorprendernos. Todo, unido a un apartado técnico alucinante (sus gráficos, su excelente banda sonora y su genial doblaje a nuestro idioma) consiguen un producto muy completo que disfrutarás si te gusta el género.
Atomic Heart no es perfecto y quizá su principal problema es que se le compare con una de las sagas más laureadas de los últimos veinte años. No es Bioshock, pero es un auténtico juegazo. Y, a pesar de quedarse a medias en algunos elementos como el combate, la variedad de enemigos o ese mundo abierto que no temrina de serlo, sus desarrolladores han construido un triple A muy ambicioso y que ha salido a la venta muy fino. Su historia, su ambientación y su apartado artístico merecen mucho la pena y sienta las bases sólidas para una saga de juegos con mucho futuro.